lunes, 25 de noviembre de 2013

Estamos listos




Lorenzo, quiero que sepas que estoy orgullosa de ti.

Sabes perfectamente lo que tienes que hacer y cómo hacerlo, y aún ni siquiera has aparecido al mundo.

Me siento bendecida de que me hayas elegido a mí para hacer de madre por esta vida, y espero no defraudarte.

¿Qué es lo que te gustó de mí para elegirme como tu mamá? Será que te gusta la poesía, o bailar o que te cuenten historias un poco reales un poco locas? Ya me lo dirás.

Tengo un montón de cosas que contarte, un montón de escritos que compartirte. Pero no quiero agobiarte, ya me irás pidiendo tú lo que desees.

Por ahora sólo tengo este espacio entre mis brazos para cobijarte, un lugar en el mundo que proponerte, y muchas canciones y poemas que regalarte.

Habrá abuelas, abuelos, tíos, tías, primos, primas, y muchos amigos y amigas por el mundo.

Y por supuesto, tu padre, que ya te espera, que ya te sueña y no ve la hora de dormir contigo abrazado a su pecho.

¡¡Bienvenido hijo!! Estamos listos. Estamos para amarte.

domingo, 22 de septiembre de 2013

No, no me siento mejor por tener una panza



Para responder a una pregunta que me hicieron
Me puse a pensar
Y lo que pensé es lo siguiente:

Sacando todo el tema acerca del amor fraternal en proceso, el amor y demás sentimientos y sentimentalismos aledaños, olvidándonos del bebé que va adentro de la panza, y centrándonos sólo en la panza, lo que queda es una chica de menos de 60 kilos con una barriga enorme que tiene que transportar de aquí para allá.

¿Quién puede sentir que eso de llevar una panza enorme todo el día, por tanto tiempo, es lo mejor que le pasó en la vida o es el estado más hermoso en la vida de una mujer?

Tampoco, hasta ahora, he podido sacar provecho de la panza en la vida cotidiana de esta ciudad. En la calle no me ceden el paso, en el autobús o metro no me dan el asiento, en el mundo médico cuesta que escuchen tu opinión y decisión, a nadie parece importarle que aquí adentro hay un futuro bebé. Cosa inexplicable, viendo las reacciones de la mayoría de la gente cuando se habla de temas tales como el aborto, o menos aún, la pastilla del día después.


Cuando eso sucede, sobran las voces, (y los teclados en Facebook) para decir, opinar y defender el derecho a vivir de los bebés, que para ese entonces apenas llegan a llamarse embrión, pero cuando ya se han instalado en el vientre y se han formado como bebés haciendo su presencia visible en forma de panzota, nadie es capaz de cuidarlos, ni defenderlos, ni ayudar a proteger su vida con el simple gesto de ceder el lugar o el asiento en un autobús a la transportadora de la panzota que decidió llevarlos. Eso es lo mínimo, no hablemos de la falta de cobertura social, ni los derechos laborales.

La gente es hipócrita. Sobran los hipócritas.

Hasta hace poco la panza no me importaba en lo absoluto. Ahora que ya pesa,  no voy a mentir que hay veces que fastidia. Sí, claro, ya aclaré de entrada que he dejado de lado todo el tema sentimental, del bebé, para que no me quemen en la hoguera.

Pero no creo que eso pase. Ya estamos a siglos y siglos de aquellas aberraciones, por suerte no vivo en esos países donde se apedrea a la mujer o se le corta el clítoris por no comportarse como debe. No, yo vivo en uno de esos que si te quedas embarazada y peligra tu vida, te hacen parir por C0J0N3S, aunque te mueras y muera también tu engendro. Como no es mi caso, vivo tranquila, total a mí no me pasa.  

A mí a lo sumo y después de esto, me despellejarán metafóricamente con palabras, qué alivio!, mientras eso me mantenga alejada del fuego y de las piedras, feliz me quedo con chunchito disfrutando de sus pataditas, del entrenamiento de boxeo de cada mañana usando mi vejiga como bolsa y los pequeños antojos de toda la vida justificados y bien ganados, ahora sí, gracias a esta panzota.

domingo, 11 de agosto de 2013

Ni rosas, ni celestes, ni barbies ni dragon ball zetas, Lorenzo a secas.


Primera carta escrita al pequeño saltamontes.



He decidido escribirte esta carta para conectar contigo por el medio que mejor me sale, la escritura, mi idioma natural.


Dicen los que saben que pronto yo seré tu mamá. Y que tú pronto serás varón.
Nunca te llamé el bebé, siempre fuiste “el asunto, chunchita, chunchito, whynot”, pero nunca te llamamos bebé. Desde que sabemos hace poco que serás niño, y de que ya tienes forma de bebé, con tu padre hemos decidido llamarte Lorenzo.

Debo confesarte que desde que supe que podrías quedarte conmigo, me han pasado muchas cosas por la cabeza. Me preocupa saber qué clase de persona soy yo para poder estar contigo, y que tú puedas crecer libre, sano y sin culpas.

Al principio pensé que eras niña, no porque te prefiera niña, Lorenzo, sino porque para una mujer como yo, con mis valores y mis ideologías, me era más fácil pensar en una reproducción de mí misma, alguien con quien pudiera identificarme, que me resulte familiar por ser de mi mismo género y de mi mismo aspecto. 


Pero cuando fui a aquella ecografía, y te vi en la pantalla con tus piernas todas abiertas, sin pudor, sin vergüenzas como te imaginé, me llené de orgullo, y supe que eras más mío que mi propio cuerpo. No digo que eres mío como de mi propiedad. Quiero que sepas que nunca, jamás, tendré ese sentimiento contigo, ni quiero que sientas que lo tienes conmigo. Sólo quiero hacerte saber que si lo que quieres es una familia, aquí te estamos esperando. Y tienes una familia inmensa, repartida por el mundo, en muchos países. Hace tiempo que te esperábamos, pero no cuando tú quisieras, sino cuando nosotros estuviésemos preparados. Y ahora lo estamos.

Eres libre, Lorenzo.

Ahora que sé que eres un niño, el desafío es mayor.  Mira, cuando aún no sabíamos si eras chico o chica, la gente me preguntaba por ello, porque quería saber si compraba rosa o celeste para regalarte. Y la verdad Lorenzo, yo no quiero que tú crezcas con esas distinciones de género.  Yo no quiero que tu habitación sea de un celeste aburrido y que te parezcas a un pitufo. No quiero que tus juguetes sólo coincidan en autitos, camiones y superhéroes.  ¿Y si te gusta jugar a cocinar, como también lo hace tu papá o tu mamá?. ¿Qué hay de malo si te gusta peinar o maquillar, o coleccionar ositos panda?.

Tal vez dentro de ti hay un gran veterinario, un estilista, o un artista. Quizás un agricultor, un decorador de interiores, un músico o un poeta, o tal vez simplemente un hombre que le gusta y le divierte experimentar la vida, sin prejuicios, sin roles sociales impuestos, y sin condiciones extrañas.


Eres libre, Lorenzo.

No lo tomes a mal si no me muestro como una mamá tradicional, de esas que se ven en las publicidades, o en los libros de cuentos que por casualidad leas. Yo sigo siendo una chica normal, que tiene sus miedos, pero que es valiente y los enfrenta, que viaja por el mundo conociendo culturas diversas, y quiere seguir haciéndolo, que tiene sueños y proyectos que cumplir,  y los está cumpliendo, sólo tengo una vida antes de ti y la seguiré teniendo contigo.

El otro día, estaba leyendo un artículo en Internet y de pronto me doy con la siguiente frase: “Ser madre no es lo mismo que ser mujer”.  Y a continuación una serie de comentarios de hombres y mujeres, acerca de ello. Lo que me llama la atención, Lorenzo, es que aún haya personas que piensen o que dictaminen, que la mejor realización de TODA mujer es ser madre.

He llegado a este punto de mi vida en el que he decidido traerte al mundo, sabiendo que primero soy mujer (y lo seguiré siendo) y luego seré madre, por decisión propia. Yo ya me siento realizada como persona y como mujer,  yo ya soy feliz antes de ti, soy una chica muy alegre, con muchas ideas y mucha energía para compartir que me hacen feliz, no tengo la necesidad de traerte al mundo para que tú me hagas sentir realizada. Sentirme feliz, realizada y plena es mi propia responsabilidad, no debes cargar tú con la tarea de hacerme feliz, aunque seguramente tú seas uno de los tantos motivos y de los más importantes de mi felicidad.

Por eso, quiero que seas libre Lorenzo, este es el mejor consejo que puedo darte.


Hace tiempo decía que el papel de una madre está sobrevalorado. Y ahora lo sigo pensando. Yo no valgo más que tu padre, por quien me quito el sombrero y hago reverencia en señal de admiración, ni valgo más que otras mujeres que no son madres, yo no tengo una aureola en mi cabeza como me ven algunos por la calle, sólo por tener una barriga gigante; no he dado todo por ti como rezan algunas frases, y no me debes nada. Salvo excepciones, reproducirse puede hacerlo cualquiera, ya sabes que hasta los animales lo hacen.

No me debes nada, ni siquiera la vida. No he dejado todo por ti, no he renunciado a un cuerpo de ensueño, (eso he leído en esas frases que leo en internet, qué gracioso,  como si eso fuera una gran renuncia) ni puedo decir que te amo desde que dio positivo la prueba de embarazo. No te sientas menos querido por eso, cariño. La realidad es que he aprendido a amarte de a poco, ahora mismo estoy aprendiendo, a conectar contigo, a sentirte; porque es un proceso que se vive naturalmente y lleva su tiempo, pero que no hay que novelar. Y no voy a mentirte, también tengo dudas y momentos de pánico. Pero para mí eso tiene más valor, porque con todo el miedo y las culpas, aún te elijo. Te elijo y te protejo, protegiéndome a mí misma: me alimento bien, voy al gym, vivo siempre positivamente y planeo nuevos emprendimientos; todo lo que hago lo hago por mí, no esperes que diga que lo hago por tí.  Pero sí creo Lorenzo, que una mamá feliz y auténtica, que se respeta, se ama y se cuida a sí misma, es el mejor gesto que puedo darte.

Por eso, no me debes nada, Lorenzo. Te libero de que vivas con la culpa del hijo que le debe todo lo que es y tiene a su madre. Y te aliento a que seas responsable de tu propio ser. No esperes a que sean justos contigo, empieza tú a ser justos con los demás. Siempre sabrás que puedes contar conmigo cuando quieras y como sea, de manera incondicional. Con eso, basta.


Veo a tu padre ocupándose de todo, y me llena de orgullo saber que tú te parecerás probablemente a él: apoyando la libertad de las mujeres, no teniendo prejuicios de género, ni culturales, ni sociales, siendo tan libre, justo y sensato como lo es él.saltamontese tomas de mí sin peruedo darte.
y ligeros como el viento

Ya me habrás escuchado renegar cuando alguien me dice que tengo que comer esto o hacer aquello “por el bien del bebé”. Y la cara que pusieron varios cuando les dije que era vegetariana y que hacía bici. Por suerte hemos encontrado una médica tan respetuosa y de mente abierta, que me cuida mucho. Me ha tranquilizado cuando me ha dicho que tú estás perfecto allí en tu baticueva y que te las apañas bien tú solito, que tomas de mí sin pedir permiso todo lo que necesites, y que por eso, debo cuidar de mí antes que nadie. Te imagino que desde dentro te ríes con las locuras y las “insolencias” de tu futura madre. No quiero que tengas una madre sumisa, inmadura y triste.  Quiero que me sientas vibrar,  que sientas mi coraje, y que me veas como una mujer que simplemente se quiere a sí misma. Porque yo quiero que tú también aprendas a quererte a ti mismo.

Eres libre de morder la vida, saborearla, disfrutarla, irte por el mundo en busca de tu destino, tu esperanza.

No me debes nada, Lorenzo. Estamos a mano. En todo caso, si quedamos en deuda, seré yo quien te deba a ti, mi pequeño saltamontes, esta enseñanza.

Gracias por venir.

jueves, 1 de agosto de 2013

El pequeño saltamontes de 20 centímetros y 500 gramos


Un pequeño saltamontes en desarrollo dentro de la panza de su madre, que se mueve todo el día y noche, boxea y patea a su progenitora, y hasta se tira de cabeza de un lado a otro, no es más que un niño que está contento -ha dicho mi ginecóloga- no en esos términos, claro, pero en mi cabeza me iba imaginando al personajillo disfrutar de lo lindo allí dentro.

Ya nos veremos cuando salgas, dile - ha dicho su futuro padre buscando ser mi cómplice.

Y esto no es nada, ya verás cuando crezca y te empiece a molestar las costillas - ha replicado la médica.

Total, que esto de empezar a moverse a partir del quinto mes, como bola sin manija, de un lado para el otro, es de lo más normal del mundo y no hay de qué preocuparse.

Y mi médica ha sido concluyente: Un niño que se mueve mucho, es un niño feliz.

Así me gusta, campeón.

miércoles, 24 de julio de 2013

Por qué nos borramos de Facebook

O las personas que conoces comparten tu vida con quien sea

Cuando viajé de visita a ver a mi familia en mayo, después de año y medio sin verles, llevaba apenas 2 meses de embarazo.

Habíamos acordado en pareja no dar el anuncio hasta pasados los 3 primeros meses, pero en este caso decidimos contarles sólo a la familia más cercana. Por supuesto, les comenté nuestro deseo de reservar la noticia para el resto para más adelante. Y obviamente, que no anden publicando en las redes sociales sobre el asunto.

Unos parientes decidieron hacer caso omiso del pedido, y aprovecharon la festividad del día del padre para publicar salutaciones y etiquetar con ello al futuro padre.  En seguida, les mandé un correo agradeciendo el saludo, pero que por favor retirasen el comentario o la etiqueta con el nombre, pues esto hace que aparezca en su perfil. El susodicho, por su parte, sin pensarlo dos veces dio de baja su perfil, aludiendo que ya la cara de libro lo tenía muy aburrido y esta era una excusa perfecta para decir adiós.

Es que además, ni siquiera habíamos comentado con gente del trabajo y demás entornos profesionales, y además, el muro es personal y nadie tiene que andar ventilando asuntos ajenos en muros propios o extraños.

Por mi parte, en un primer momento le agregué unos filtros más seguros y quité mi muro. Luego, mandé un par de correos a los implicados recordándoles el pedido sobre no publicar mis asuntos en Facebook.

A los días, otro de los parientes, que se acababa de enterar, me mandó una felicitación con TODAS LAS LETRAS, algo así como ya me enteré que vas a ser MADRE. Yo aún no había cumplido ni los 2 meses, y menos que menos me había nombrado a mí misma con ese sustantivo. Verlo allí escrito, con ese léxico gramatical tan claro y directo, en medio de un espacio tan poco privado, y tan voyeurista...me resultó no sólo inapropiado sino invasivo. Lo curioso del asunto es que como no tenía muro, no se le ocurrió nada mejor que publicarlo en lugar de los comentarios de mis publicaciones. Una publicación que yo había subido semanas antes, un video que compartí desde youtube. O sea, nada que ver. Digo yo: por qué a la gente le encanta contar tus intimidades en tu muro? No se les ocurre, por casualidad, enviarme un mensaje privado, o incluso un correo de mail, o llamarme por teléfono, o por skype, o un mensaje por medio de mi madre que me llama todos los días ? (por si se quieren ahorrar la llamada, digo)


Entiendo perfectamente que la gente se alegre por mí y me quiera felicitar, y en eso se agradece, pero no puedo dejar de pensar cómo el mundillo de las redes sociales, ha llegado a todos los grupos, estratos y niveles sociales, por igual, independientemente de si las personas sepan o no las reglas mínimas de seguridad (y de cortesía) al usar una red social determinada, pongamos por caso, Facebook.

Esta red social en particular, es de las más usadas por una heterogeneidad de públicos, incluso de gente que nunca en su vida usó la tecnología. Y aunque una persona siempre tiene la opción de borrarse y listo, la cosa es que aunque a veces lo hago, tengo que retornar porque muchas de mis relaciones están sólo allí, porque no son usuarios como yo de otras redes alternativas, donde se respeta mejor la privacidad. Es como el barrio, la plaza pública. Y yo vivo muy lejos de muchos de mis afectos.

Finalmente me borré por cansancio hasta que llegara al menos al cuarto mes de embarazo y tuviese tiempo de contar de manera más personal la noticia a mis allegados, que no querían que se enterasen por Facebook! Cómo nos controla este barrio!. Hasta eliminé a algunos parientes por descuidados.

Al margen de ello, lo curioso de esta anécdota no es recriminar la conducta o el hecho en sí, sino repensar los modos en que tenemos de interactuar y cómo y cuánto necesitamos reaprender a socializar, a comunicarnos, a conocer las nuevas reglas de intercambio y cortesía en el barrio llamado Facebook. ( y sus barrios vecinos). Es como cuando llegas a la sala de eventos de la casa de una amiga, que además ha invitado a otros amigos suyos, y tú la felicitas delante de todos por que va a ser madre, o porque se ganó la lotería, o por lo que sea. Hay temas y temas para compartir, y siempre se puede suspirar al oído, ir al jardín a conversar o mandarle un mensajito al móvil. No tienen por qué enterarse todos de todo, más aún si la protagonista de la noticia no es la fuente principal del mensaje y/o no ha dado su consentimiento a publicarlo.
Reglas básicas del periodismo, de paso aviso.

Menos de eso no se puede esperar de alguien que viene de esa oscura escuela académica, jeje. ;)






viernes, 12 de julio de 2013

Probando mi capacidad de ser asertiva y tranquila


Para la segunda ecografía que me mandaron a hacer, decidí pedir una cita en la clínica que está a la vuelta de mi casa. Es una clínica muy conocida y me pareció que mejor ir caminando que tener que trasladarme por esta big city.

El día de la cita, como de costumbre fuimos juntos.

Cuando llegamos, la recepcionista me dijo que la cita había sido cambiada y que deberían haberme avisado.

-No me avisaron, les dije.

-Pero ha sido cambiada, y deberían haberle avisado, repitió como una tonta.

-Sí, deberían, estamos de acuerdo en eso, pero no lo han hecho, le espeté.

-Bueno, pero hoy el doctor no está, porque se fue a una conferencia y él mandó a cambiar todas las citas de acá a un mes.

(!!!!)

Respira hondo, respira hondo, respira hondo...

Yo no sé si esto está pasando o es que aún no me he despertado, pensé.

-Señorita, por si no se ha dado cuenta, mi cita es para hacerme una ecografía ginecológica pues estoy embarazada, como podrá ver en mi informe. Cómo se le ocurre a ud, y al médico que le ordenó cambiar las citas, que en mi caso resulte igual hacerme esta ecografía ahora o el mes que viene.

-Por eso les mandamos a avisar, me vuelve a insistir

Creo que ya le dije que no me avisaron, o usted piensa que soy de las personas que les gusta levantarse temprano, pedir el día en el trabajo, salir a la calle con este frío, ir a la clínica, donde sé que no me van a atender porque el médico se ha ido de viaje? (Esto es lo que en realidad me hubiese gustado decirle pero lo cierto es que sólo le dije la mitad de las cosas y la otra mitad me la llevé mascullando conmigo de camino a casa)

FIN.

PD: Sin palabras, prueba superada.

sábado, 6 de julio de 2013

No quiero tomar ácido fólico


(Los primeros 3 meses)

Me resulta un fastidio.
Cuando lo tomo, me resulta un fastidio. Me hace muy mal, y cuando he dejado de tomarlo, me he sentido mucho mejor.

Bueno cariño, si te hace mal, no lo tomes. -dijo mi marido.

En internet no hay mucha información que me convenza, sólo dice que  es una vitamina del complejo B, que bla bla bla y en definitiva, que hay que tomarlo por cojxnxs, o sea que hay que tomarlo y punto.

Qué mala madre soy. Me siento fatal físicamente y encima ahora, empezando a confabular contra mí misma.


La cita con mi médica trae un poco de tranquilidad a mi vida de embrionazada.

Le he explicado la situación, y con una soltura y naturalidad inusual me ha respondido que si me hace mal no lo tome y listo. A cambio, revisa mi dieta, la cual por suerte es principalmente vegetariana, y refuerza mi consumo de hojas verdes y otros productos de origen natural con alto contenido de esa vitamina. Me enamoré de ella cuando, para explicarme mejor el asunto, recurrió  a la etimología de las palabras. (Ácido fólico, también conocido como folacina, viene del latín follium, que significa hojas, justamente por su mayor presencia en alimentos de hojas verdes).

Pero entonces ¿por qué a toda mujer se le indica que debería tomarlo?

He leído que muchos estudios realizados, demuestran que las mujeres que consumen la cantidad recomendada de esta sustancia desde antes de la concepción y durante el primer hasta el tercer mes del embarazo pueden reducir el riesgo para el feto de tener defectos en el cerebro y en la médula espinal, los más comunes son la anencefalia y la espina bífida. Pero yo ya estaba acabando el tiempo donde esto puede hacer algún efecto importante, y por otro lado, seguía desde hace mucho, incluso antes de quedar encinta, una alimentación con alto contenido de las vitaminas que en muchas otras mujeres puede resultar insuficiente. Después de todo, ni mi madre, ni mi suegra, habían tomado ácido fólico, pues antes las farmaceúticas aún no lo promocionaban tanto, y no teníamos antecedentes de considerar.

Dicen algunos expertos que aunque esté presente en algunos alimentos, la ingesta de la dieta normal no asegura las cantidades mínimas recomendadas. Bueno, a eso habría que revisar a qué dieta normal nos estamos refiriendo. Además, hay que tener en cuenta que muchos de los productos que consumimos ya vienen fortificados con, entre otras cosas, ácido fólico. En este país, todo el mundo consume ácido fólico y no lo sabe. Por decreto, el gobierno firmó un acuerdo para que se incluya el ácido fólico en todos los insumos del pan, todo pan que se hace en Chile, tiene ácido fólico. Y si lo que me estaba ocurriendo, era una sobredosis de ácido fólico, o simplemente intolerancia al químico?.

La verdad que muchas cosas las hacemos porque toca, porque así la hacen todas, porque dicen los expertos. Pero no todo siempre es tan absoluto, y ya sabemos cómo funciona la ciencia.

Según la recomendación de mi ginecóloga obstetra, aumenté aún más la ingesta de dichos alimentos, y suprimí por completo las pastillas incómodas. Fue un alivio. Y por suerte, todo está perfecto.


lunes, 1 de julio de 2013

Maniática de las palabras


Cuando escribo este blog, cuento sin que él se dé demasiado cuenta, con la colaboración desinteresada de mi querido compañero y constructor de sueños.

El renombrado constructor es un diccionario andante. Mucha gente que me conoce bien, sabe que suelo tener problemas para recordar palabras de lo más normales y cotidianas, como garbanzos, y otra que ya se me olvidó; por alguna extraña razón tengo bloqueos mentales para cierto tipo de sonidos. Sin embargo, me salen con naturalidad palabras en desuso o poco utilizadas. Pero este señor, el constructor de sueños, es además un hábil recordador y utilizador de palabras de todo tipo, sus sinónimos y sus antónimos, parónimos, homónimos y derivados, así como sus correspondientes definiciones. Es tan habilidoso con la dialéctica, que cuando le pido que me explique la diferencia o me describa una definición, no se limita a decir un ejemplo, sino la definición misma, comenzando su comentario con palabras al estilo de "dícese de...". Memorable.


Tal vez por este mecanismo de acudir a mi diccionario humano, es que he recalado en la bahía de la comodidad y vagancia mental. Esto es una hipótesis válida; aunque si fuera así, eso debiera sucederme con todo tipo de palabras, y no es el caso.

Todo este malabarismo intelectual sirve de marco de explicación para la conducta siguiente. Me fascina jugar con las palabras, soy una "friki" de las palabras, y me encanta la ciencia del origen de las palabras: la etimología. Y como con cada cosa nueva o inexplicable que me sucede en la vida, suelo recurrir a ella para explicar el sentido de las cosas. Al menos el origen del sentido de las cosas, y luego la cultura, los gestos y demás herramientas del discurso se encargan del resto del análisis.

Cuando ya todos los indicios caseros y médicos me dieron la confirmación de que efectivamente estaba embarazada, una de las primeras cosas que atiné a hacer dentro de mi mente es encontrar el sentido de las palabras embrión y feto. Esto sucedió por dos motivos: como técnicamente no es un bebé, y a mí no me gustaba decir "estoy embarazada" durante los primeros tres meses, quería encontrar la palabra correcta para nombrarlo. Sucedió que para la mayoría de la gente no quedaba del todo bien decir "estoy embrionazada" o peor aún, "estoy enfetada". Así que aprendiendo la diferencia etimológica entre embrión y feto, decidí reservar esas palabras para mi comunicación con mi médica, en todo caso, con toda persona del mismo ambiente de bata blanca.


El segundo motivo viene a colación del anterior, y es que simplemente el nuevo estado comenzó a resultarme interesante y productivo. No sólo estaba aprendiendo la diferencia y la correcta utilización de ciertas palabras, sino también cómo las conductas de las personas pueden resultar apropiadas o inapropiadas según otros contextos culturales, donde poco tiene que ver la etimología, pero sí las palabras en sí mismas. Esto me sucedía cuando yo decía, por ejemplo, el feto...tal cosa, el embrión tal otra. Algunas personas se animaron y me dijeron que no le llame con ese nombre, ¡pobre bebé!. Y yo al principio les replicaba que técnicamente era un embrión, o un feto según el caso. Pero no resultaba.

Así que para mis conversaciones con el resto de los mortales que no suelen usar la bata blanca, comencé a utilizar palabras inventadas o traídas de otro contexto. Es el caso de cuando lo llamaba "el asunto", en referencia al subject de los mails, o cuando le decía "chunchita". Chunchita deviene de chunche, chunche es una palabra inventada de la jerga costarricence, que por haber vivido tres años en Costa Rica la adopté como propia, pues me resulta simpática. Suele ser usada para designar casi cualquier cosa, pero normalmente se usa para nombrar "una cosita" o "un cosito" del cual no nos acordamos bien el nombre o no tiene nombre definido.

Teniendo en cuenta mi ya comentada dificultad para recordar el nombre de ciertas cosas, a mí la palabra chunche me ha encajado como anillo al dedo, y me ha resultado especialmente útil para esta nueva etapa de mi vida. Al menos, hasta tanto podamos verle al asunto o a chunchita lo que esconde entre las piernas, y nos permita de ese modo comenzar a llamarle con un nombre de verdad, de esos que llevan las personas de verdad.



viernes, 28 de junio de 2013

Esta consulta no sirve


Si la primera cita con el médico fue una experiencia express y confusa, esta segunda cita, ha sido ex en todo sentido.
Ex, porque de tan relámpago, no alcancé a terminar de escribir la palabra express
Ex, porque naturalmente como se puede esperar, ya fue y nunca más será.

En la cita anterior, y con apenas 5 semanas de embarazo, el médico me derivó a un especialista para hacerme la primera ecografía.Cuando llegamos a esa cita, el ecógrafo se extrañó de que me hiciera una ecografía con tan poco tiempo de embarazo, explicando que seguramente no íbamos a ver nada.

Pero me la hizo igual. Y efectivamente no vimos nada, sólo una mancha.

Cuando a la semana siguiente llegamos a ver al ginecólogo en cuestión, no alcancé a sentarme que ya estaba despidiéndonos. Lo primero que nos dijo fue, "esta consulta no sirve". (???) Como es su costumbre, sin mayores explicaciones, enseguida nos mandó a sacar otro turno y además otra ecografía. Por suerte, el antecedente de la primera cita me recordó que debía reaccionar, aunque lo de la cita express es una buena estrategia para no dejarte pensar, a eso sumado que para tí todo es nuevo y no sabes si corresponde o no, si está bien o mal. No nos educan para la salud sexual y reproductiva, mucho más no se puede esperar sobre el saber acerca de nuestros derechos al respecto.

Con la misma voz firme que él usaba conmigo, pero con una pizca de furia, la justa como para llamar su atención y dejar que al menos por un instante me deje hablar y él deje de sonreír como un ansioso, le exigí que me explicara la situación. No sirve, me dijo, porque ¡"la ecografía no se ve nada"!

No sé qué esperaba ver, pues el sexo imposible, y la forma menos, apenas se vislumbraba una semilla de frijol, la misma imagen que yo tenía en mente antes de cualquier intervención aparatosa como aquella.

Y a todo esto, pagando cada consulta express como si fuera completa, y cada ecografía borrosa, como si fuera una foto. Salí de allí enfurecida, pero con la cara lisa y seria, sin un sólo gesto, agradeciendo y diciendo adiós. Y dejé una queja, a la que tiempo después alguien me llamó para resolverla. Resolverla significó una llamada para saber por qué me quejaba y simplemente cerrar el formulario.

Semanas después conocí a la que hoy es mi médica. Y desde entonces, todo ha mejorado.

viernes, 21 de junio de 2013

La primera cita con el médico de las gafas profundas


El señor era medio pelado y tenía unas gafas profundas.
Estaba un poco excedido de peso y sonreía sin parar por lo mismos chistes que el se hacía a sí mismo.
Mi cara de asustada o más bien de "qué hago yo aquí" debe haber sido motivo suficiente para tratar, con toda su mejor intención, hacerme fácil la estadía. Eso pensé en un primer momento. Y tal vez, ahora que lo pienso, hasta haya sido así. Pero cometió un gran error.

Era la primera cita. Me despachó en cinco minutos, a lo sumo seis.
En ese corto tiempo me dictó, como cuando la maestra daba los dictados sorpresa en la escuela, todo lo que no podía comer ni beber. Sólo recuerdo, porque me importan demasiado, que me prohibió el vino y el café. Empezamos mal, me dije y me toqué el vientre.

En el mismo acto, me recetó unas pastillas de ácido fólico, diciendo que como ya debo saber, "todas las mujeres embarazadas toman ácido fólico" así que tú también lo harás, como es lógico.

Salí de aquella consulta express con una lista de cosas en la cabeza que no podía recordar, sabiendo que ese misma noche no podía beberme mi copa de vino habitual ni café, y poco más, y que para toda otra duda, tome ácido fólico.

Esto no fue el gran error. Fue el comienzo de una serie de sucesos inesperados y concatenados que hace que lo último sea peor de lo que a lo mejor fue, o tal vez fue peor aún de lo que yo lo recuerdo.

Lo cierto es que el señor de gafas profundas, me preguntó sobre la fecha en la que me había hecho mi último papanicolau. ¿Papaque? El típico estudio que las mujeres deben hacerse según prescripción médica una vez por año, y más aún si pasa cierta edad, aunque esto varía de país en país y de acuerdo al presupuesto y las leyes sobre salud sexual de las que se dispongan. Un tema que también da para otro relato que espero poder hacer algún día.

Cuando estuve en Argentina visitando a mi familia,  mi padre me acompañó al hospital clínicas, y me hice ese estudio. Lo recuerdo perfectamente porque fui con mi padre, y el se esmeró en tramitarme el carnet sanitario, y luego me indicó un sitio donde lo plastificaban para que no se me dañara. Él luego lo guardó en el bolsillo de su camisa, y lo tiene con él desde entonces, para cuando quisiera regresar o cuando volviera de visita, por si acaso.

Ah sí, claro, hace dos años, le dije. Como era de esperar, me espetó que debiera hacerme urgente un papanicolau. Asentí. Lo que el señor de pocos pelos no me aclaró es que había tomado la decisión unilateral de hacérmelo él mismo, en ese instante y en ese mismo lugar, sin consulta y sin previo aviso. Con voz tranquila pero firme, me mandó a ponerme una bata al baño y que me quitara toda la ropa de la cintura para abajo. Procedí. Cuando volví, una enfermera de unos 50 años estaba ya esperando por mí al lado de la camilla, sonrió apenas de lado, y me ordenó recostarme en la cama. Me puso una sábana y me abrió las piernas. Luego me sostuvo del brazo como si yo fuera a escaparme. De pronto apareció mi médico y sin perder ni un segundo (no nos olvidemos que era una consulta express) me metió una especie de fuelle por mi intimidad más íntima y sin más dijo: Ya está. Lleva esto al laboratorio, Fulana.




sábado, 8 de junio de 2013

La premonición

Hubo un momento durante la noche que me desperté sobresaltada. Sentí fuertemente esa sensación, de que algo estaba pasando dentro de mi cuerpo y que no era habitual.

Cuando me hube dado cuenta de que aquello no era un sueño, caí en la cuenta de que lo que me estaba sucediendo era una premonición. Era una certeza casi absoluta, disminuido sólo en parte por la circunstancia ocasional que daba la medida del tiempo, el transcurrido desde el último encuentro amoroso  a la semana siguiente a éste. Lo cual, para cualquier persona normal, eso significaba una conducta persecuta, atribuida usualmente a las mujeres en edad fértil y ante estas probables circunstancias.

Pero eso no me preocupaba en absoluto. Lo mío era una certeza demoledora, y no tardé muchos segundos en despertar a mi compañero para transmitírselo. Y como era de esperar, el susodicho respondió como una persona normal, que para el caso se agradece, atribuyéndome la típica conducta persecuta, esperada de una mujer como yo. Poco tiempo después, me confesó que él internamente también lo presentía, pero que no había querido manifestarlo en aquel preciso momento, para no preocuparme. Sabia decisión, aunque a mí, poco o nada me sirviese ese favor.

Semanas más, semanas menos, al fin, y sólo por jugar o cumplir un rito de autoconfirmación, fuimos a por aquel artilugio de las rayitas coloradas, (algunas ahora vienen de color azul, incluso las he visto rosa, un primor!, aunque las que andaba buscando no las conseguí, esas que te dicen de una, SÍ o NO)

Un trámite. Nada en mí se manifestó diferente o se sobresaltó al ver lo que ya había presentido dentro de mí, desde aquella madrugada.

El sentimiento en cambio fue de una gran paz. Primero pensé, qué bien, aún estoy en el juego. Luego, qué bien, ahora a esperar los tres primeros meses; porque en esta pareja esuvimos de acuerdo que allí no hay nadie hasta después de esa fecha, sólo un proyecto de vida, una iniciativa, una propuesta.

Y luego lo de siempre, planear la primera cita al médico para confirmar lo que me decía el artilugio, y no dormir por las siguientes dos noches. Claro, estaba deliberando acerca de lo que pasaría si acaso pasara, pues acababa de llegar a un nuevo país, desde otro también extraño, con la idea puesta en buscarme la vida, por mi cuenta y con mi propio peso. Este último, pequeño detalle, se estaba volviendo con las horas de la madrugada cada vez más pesado. Esto, luego pude comprobar, fue una patraña de pensamiento, pues, primero que todo, el peso se fue perdiendo los siguientes tres meses, debido a un estado de malestar muy común y repulsivo en mujeres que pasan por lo mismo, y segundo, lo de acabar de llegar no sumaba ni restaba, sólo era una circunstancia más, una observación descriptiva y exagerada a la hora de dar excusas y opiniones.

En definitiva, que elegí un médico de los disponibles en el sitio web de la clínica más renombrada de la ciudad, y menudo renombre. Pero este es otro tema digno de tratar, y merece un relato aparte.