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miércoles, 17 de febrero de 2016
Una historia de cómo gestionar las pataletas en público
Se habla tanto de las pataletas y de los "terribles 2 años" que una de las cosas que más temía cuando Lorenzo cumpliera los 2 años es que, llegado el momento de las pataletas, no pudiera lidiar con ellas.
¿Qué es una pataleta y por qué se produce?
En una entrevista que le hicieron a Rosa Jové, en el portal Chile Crece Contigo, ella responde:
"A partir de los dos años, entre los dos y los cuatro años, llega un momento en que los niños empiezan su independencia. Y esa independencia y ese razonamiento, la única manera que tiene el niño de probarlo es oponiéndose a lo que le dicen los padres. Es la manera que tiene de fraguar esa independencia. Entonces las pataletas son buenas, en este sentido, porque nos indican que nuestro hijo está empezando esa independencia"
Sin embargo, hoy me sucedió algo maravilloso a pesar de que hoy Lorenzo hizo una de sus primeras pataletas en el espacio público.
Estaba cansado y tenía hambre. Habíamos ido al museo, luego al parque y finalmente pasamos por el supermercado a hacer algunas compras. A la salida, nos sentamos en un banco frente a la plaza para que pudiera tomar un yogur que él se había elegido de la góndola.
Después de terminar su yogur, me pidió ir a otro lado y le dije que no, que ya era hora de regresar a casa y preparar la comida. Me dijo: "nos quedaremos sentados un ratito acá a descansar". Asentí, y luego de un rato me levanté y le dije nos vamos Lorenzo.
Él se levantó sin ganas pero obedeció y luego en cuanto dimos 2 pasos, se quitó la gorra y la lanzó con rabia.
Le pedí de buenas maneras que la levantara. Él quería que yo lo hiciera. Le dije que que no podía hacerlo, que viera cómo tenía mis manos cargadas de bolsas de supermercado. (y por otro lado, no quería ceder tan rápido a sus berrinches)
Ahí escaló. Y se quedó firme en el lugar, gruñendo, no gritando, pero empacado y no quería avanzar.
Como lo de "tener las manos ocupadas" no funcionó, enseguida opté por darme la vuelta y decirle que como yo no la había tirado y no era mi gorra, no me importaba y me marcharía con o sin la gorra.
Él dudó. Lo que hizo a continuación fue patearla, como quien se quiere venir conmigo pateando al lado una pelota. Le dije que no podíamos continuar de ese modo. Pero en ese mismo instante, observé que Lorenzo miraba hacia la derecha, y encuentro a un señor mayor, un abuelito, que lo miraba y le sonreía con ternura, al tiempo que le hacía gestos de alguien que recorre algo. Sí, el señor que lo miraba, hacía el ademán de agacharse para mostrarle a Lorenzo, lo que tenía que hacer.
Y Lorenzo, que tiene una atracción especial por las personas de la tercera edad, enseguida imitó al abuelito y recogió su gorra ¡¡y se la puso!! Y se vino conmigo tan contento y calmado. El señor lo celebraba con una amplia sonrisa y a mí no me salían las caras para agradecerle.
Todo es más fácil con ayuda
A esto es lo que llamo yo criar en tribu, la sociedad toda tiene que empatizar más con los niños y sus padres. Cuando yo era más joven, si veía a un niño patalear en un bar o en una tienda, enseguida miraba a sus padres y creo haber pensado "qué niño malcriado", o "qué padres más pasotas". Y eso que nunca me consideré una persona insensible o poco culta.
Sin embargo, hasta que crecí y maduré, nunca se me hubiera ocurrido intervenir para ayudar a una madre con su hijo de ese modo. Y es porque hemos olvidado nuestros instintos de tribu. Y porque sabemos tan poco de los niños y de sus necesidades, como de la maternidad, la que consideramos un ámbito exclusivamente privado, y no es así.
De camino a casa, me puse a pensar en esta anécdota que me conmovió el corazón. ¿Cómo una persona desconocida puede tener tanta empatía por un niño pequeño y ocurrírsele hacer lo que hizo?. Sin duda el mundo de los niños (y de los adultos), sería un mundo mucho más sencillo, feliz y lleno de amor, con pequeños gestos como estos.
lunes, 25 de mayo de 2015
Confesiones de una madre primeriza y bloguera
Este blog casi se cierra. Si está aún vivo, y ahora relanzado es gracias a las conversaciones de dos amigas.
Como sabrán, este blog es de dos madres primerizas, mi amiga personal, Natalia y esta servidora.
Pero antes era sólo mío, sin ninguna utilidad más que para hablarme a mí misma, y no fue hasta que nos pusimos a conversar con Nati y contarnos tantas historias de maternidad de risa, cuando nos dimos cuenta que teníamos que compartirlas. Y esa nueva energía, salvó a este blog. :)
Cuando abrí este espacio, nunca lo hice para que me leyeran, sino para hablarme a mí misma y dejar salir las palabras que me salían a borbotones.
Escribía todo lo que encontraba, papeles, post-it, cuadernitos, documentos, Facebook, Twitter, este blog, hasta las servilletas de los cafés donde ocasionalmente me encontraba. Escribía historias, escribía poemas, escribía cuentos, escribía frases, escribía y escribía. Hasta pensé en hacer un libro. (sí, claro, escribir es fácil, publicarlo no tanto, que te lo lean ni hablemos)
Hacía muy poco que estaba embarazada y de pronto las hormonas comenzaron a hacer de las suyas, y como a muchas madres primerizas, se les da por investigar, buscar, y emocionarse de otra manera.
Así me di cuenta que allí afuera, y aquí adentro, hay un mar de voces que hablan de maternidad, como algo normalizado, un poco idealizado, pero pocas que hablaran la otra cara de la maternidad, el día a día de esta nueva experiencia, donde a veces no te alcanza el día para ducharte, y NO funcionan los consejos tontos al estilo duerme cuando él duerma.
Entonces creé este blog para poner todos esos sentimientos, en un solo lugar, como si fuera mi cajita de los recuerdos. Y que con el tiempo, pasado el bumeran de adrenalina y hormonas revueltas, pudiera mirar y entender esta experiencia desde otra perspectiva, de lo vivido, lo amado y lo aprendido.
Ahora, puedo decir que he evolucionado con el blog. Y que el objetivo personal de aprender contándome a mí misma mi historia, ha dado sus frutos. Y ahora me siento empoderada, pero aún me falta mucho que aprender. Porque cuando crees sabértelo todo al año de tu hijo, el cabroncete ya casi cumple 2.
Luego me dediqué por completo a mi otro blog profesional: www.conversacionesdigitales.com y a mis otros proyectos y experimentos tecnológicos.
Estaba llena de ideas, rebosaba creatividad, tenía mucho trabajo, dentro y fuera de casa. Y de pronto me di cuenta que tenía este blog y que lo había dejado abandonado, porque los temas de embarazo y maternidad ya no eran mis temas, porque yo buscaba desesperadamente salirme de la domesticidad de la vida y creerme el cuento de la mujer exitosa, todopoderosa y ultra profesional.
Estaba pensando en cerrarlo y guardar de recuerdo todos los posts, cuando de pronto encuentro una pequeña tribu de madres que como yo eran emprendedoras, viajeras y vivían lejos de su tierra, y luego encontré otras muchas tribus virtuales y así, poco a poco, volví a conectarme con la maternidad.
A estas mujeres, como dice Natalia en su post, les debo mucho de lo que hoy soy como madre.
Casualmente, una de estas amigas madres, me dio un hermoso consejo justo cuando yo estaba en mis peores momentos de fastidio y estrés.
Con mucho cariño me dijo, "Cintia, tendrás un bebé muy pocos años, disfrútalo. No te exijas tanto, no hagas tantas cosas, ya hiciste todo lo que tenías que hacer todos estos años, y eso te permite llegar a este momento sin presiones de seguir haciendo más, ¿para qué? no lo necesitas, de verdad que no lo necesitas, ahora te mereces este tiempo sólo para tí y para tu hijo, disfrútalo".
Parece que le hice caso. Porque tomé decisiones. Y entre ellas, fue quedarme en casa y trabajar online. Emprender. Ser freelance. Escribir. Pero sobre todo, criar, amar y crear.
Hace meses de esa conversación, y aún hoy me acuerdo de sus palabras como si me las acabara de decir. Y me vienen siempre a mi mente, cada vez que me he sentido sobrepasada, estresada, con ganas de salir corriendo, y de volver el tiempo atrás donde era la mujer independiente, profesional, decidida y audaz, (ja!) que se comía el mundo y hacía lo que quería y cuando lo quería...
Un momento...¿es que ahora no lo soy?
Pues en esas cavilaciones me encontraba yo los últimos días hasta hoy cuando me di cuenta que sigo siendo TODO eso, y además, MADRE. Pero no soy UNA MADRE, así a secas, soy sólo la mamá de Lorenzo. Para el resto, para todo el mundo, incluso para mi compañero, soy y seré siendo Cintia, una mujer valiente, decidida y audaz.
...
...
PD1: Y que todo está bien, que hago lo mejor que puedo siempre, que lo mejor que puedo hacer también me incluye a mí y no sólo a él, y que habrá veces que podré, otras que no, y que de cualquier manera, estará bien.
Estas reflexiones me trajeron de nuevo hasta aquí y por eso, aquí se quedan. Un lugar donde nunca me tendría que haber ido, porque en definitiva nunca me fui.
Bienvenidas a este nuevo espacio compartido entre amigas, a esta tribu virtual de mujeres, nodrizas, brujas, diosas, guerreras y poderosas.
Bienvenidas al mundo de las mujeres normales. #NOsomosPERFECTAS #NOqueremosserlo :D
PD2: Este blog es un experimento y está en una constante evolución, puede cambiar el nombre y el sentido miles de veces más, según el canto de las sirenas que escuchan a veces sus fundadoras, las ganas de marear la perdiz o tocar la gaita. Gracias a todos por llegar hasta aquí. :)
martes, 24 de marzo de 2015
Y entonces encontré a mi tribu
by Nati
“Para educar a un niño hace falta toda una tribu” , proverbio africano
“Para educar a un niño hace falta toda una tribu” , proverbio africano
Cuando Cintia me hizo la gran pregunta: -“Bueno, ¿y sobre qué
quieres escribir?”-, la cabeza se me lleno de palabras, palabras que habían
surgido de conversaciones con otras mujeres, con otras mamás.
Y entonces supe
cuál era el tema sobre el que quería escribir: la tribu, mi tribu. Porque en esas conversaciones aprendí mucho lo
que conozco hasta el momento sobre la maternidad y hoy son mi fuente de
inspiración, Y porque esas mujeres fueron mis fieles compañeras durante todo
este tiempo
La maternidad es un
antes y un después en nuestras vidas. Lo sabíamos, lo habíamos escuchado muchas veces y hasta
vivido de cerca; pero no es lo mismo saberlo que sentirlo. Y digo un antes y un
después porque todo lo conocido hasta el momento cambia, nuestra zona de
confort de repente desaparece, y surgen un montón de preguntas y decisiones que
tomar todo el tiempo, a toda hora.
Hay que reorganizase, es como regresar al punto inicial para,
desde ahí, volver a arrancar; y finalmente reencontrarnos, con nosotras mismas
en nuestro nuevo papel, con nuestra pareja (que a veces no sabe muy bien qué
hacer porque queremos tenerlo todo controlado) y por último con nuestro
entorno, que no siempre es todo lo amigable que deseamos o mejor dicho que
necesitamos.
Existen muchos prejuicios en torno a la maternidad, estereotipos,
modelos prediseñados a los que responder, frases hechas que escuchar (una y
otra vez), madres, suegras y demás parientes que saben mejor que tú lo que debes hacer … Por lo que muchas veces
el camino se hace cuesta arriba, no te sientes acompañada y mucho menos
comprendida.
¿Y cómo hice para encontrar a mi tribu?
Es entonces, en esta búsqueda de respuestas, cuando surge la necesidad
de compartir esta nueva realidad, la de ser padres, con personas que te
escuchen sin juzgarte, sin señalarte, de igual a igual.
Un lugar donde refugiarte, donde poder ser tú misma, con tus miserias,
tus miedos, alegrías o pezones agrietados, un lugar donde sentirte cómoda para
hablar de lo que quieras, para preguntar lo que sea aunque pienses que es una
estupidez o lo hayas preguntado ya mil veces.
El primer sitio donde me encontré con otras mujeres embarazadas, fue
en yoga, ahí comenzó la historia. Empecé a entender por qué era importante estar
en contacto con otras mujeres embarazadas.
Antes de empezar la clase teníamos un momento para hablar entre
nosotras. Era un punto de encuentro donde compartíamos experiencias, miedos,
molestias...
Luego con una amiga, empezamos a asistir a un taller de lactancia,
primero embarazadas y luego con las peques hasta casi el año. Cada una podía
hablar libremente de lo que le había pasado durante la semana. A veces no había
consultas sobre lactancia, sólo ganas de desahogarse. Todas éramos escuchadas.
Sin duda una experiencia maravillosa, porque aprendes de otras madres,
y eso es muy enriquecedor. Un lugar al que hay que asistir casi de manera
obligatoria diría yo.
Por eso digo, y lo digo bien
alto, es absolutamente importante que tengamos a una persona o varias , (no
importa el número, pero si la calidad), a la que podamos decir ¡socorro!. Saber que no estamos solas nos hace sentir más
seguras y por supuesto acompañadas. A veces el solo hecho de comprobar que no eres
la única que se pasa el día en el sofá, viendo pasar las horas sin hacer otra
cosa más que dar la teta, consuela.
Mi tribu, son esas mujeres, (y hombres también, porque no nos
olvidemos de los papás), que estuvieron a mi lado desde el momento cero, otras
mamas en igualdad de condiciones que yo. Fue fundamental para mí tenerlas,
bueno creo que para todas fue muy importante tenernos, porque crecimos –y
crecemos- a la par, porque las dudas de una eran las repuestas de otra, porque las papillas que hacía una las
compartía con la otra, porque nuestros hijos e hijas comparten muchos más que
juego, comparten comida, lagrimas, mocos, cucharas ja!! Lo comparten todo, no
tenemos ningún prejuicio sobre eso.
Y a mi tribu, le digo GRACIAS, sí con mayúsculas, porque
ellas y ellos fueron determinantes en este nuevo papel de madres y padres,
somos muy afortunados por haberlos encontrado, por haber formado esta pequeña
gran familia, para
nosotros la familia que elegimos, para Olivia representan los tíos y primos que
tiene a tantos kilómetros de distancia.
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